Era un día nublado y gris, cuando Claudia se dirigía hacia el colegio como todos los días, aunque hoy, no fue por el mismo camino que siempre…
Claudia decidió esta vez ir por la calle de la antigua casa encantada, que así era conocida por todos los habitantes del pueblo.
Un día, cuando Claudia era más pequeña, su abuela le contó una historia de terror, que sucedió en la casa encantada. Al final de la historia la abuela le dijo: “Claudia, ten mucho cuidado al pasar por delante de la casa encantada, y nunca mires a la mirilla de la puerta, prométemelo“.
Claudia se quedó muy pensativa después de escuchar aquella historia de fantasmas de la casa encantada. Pero sin embargo, había algo dentro de ella que le decía que debía comprobar si era verdad que en aquella casa vivían unos malvados fantasmas, pues Claudia era una niña muy curiosa.
Así que hoy, Claudia emprendió su camino al colegio por el camino donde se encontraba la casa encantada. Al pasar por delante de la casa, recordó las palabras de su abuela, aunque decidió no hacerle caso y miró por la mirilla de la enorme vieja puerta de madera, pero no conseguía ver nada.
Durante un buen rato, Claudia estuvo mirando la casa encantada, las ventanas, las cuales estaban llenas de polvo, aunque algunos de ellos tenían un círculo del cristal totalmente limpio, como si alguien lo hubiera limpiado para poder ver la calle. Además, los barrotes de hierro de las ventanas estaban oxidados y algunos de ellos no estaban en su sitio, así que Claudia tuvo una idea.
Aún tenía tiempo para llegar a clase, así que decidió entrar por una de las ventanas que se encontraban medio abiertas para ver qué había dentro de la casa encantada.
La verdad es que Claudia estaba un poco asustada, pues si era cierta la historia de aquella casa, podría estar en peligro… sin embargo, se armó de valentía y entro a la casa encantada. De repente, escuchó un golpe, como si una puerta se hubiera cerrado. Claudia se encontraba en un gran salón, lleno de muebles antiguos cubiertos por una gran capa de polvo. Decidió salir al pasillo, y justo allí, se encontró con Caspy, el fantasma de la casa encantada.
Claudia se quedó paralizada, no podía moverse del miedo que tenía al ver aquel fantasma dar vueltas alrededor suya. Entonces, Caspy le dijo: “Hola, no tengas miedo, no voy a hacerte nada“.
A Claudia no le salía ni una sola palabra, estaba muy muy asustada…
Caspy se dio cuenta, y decidió hacer algo para que la niña no tuviera miedo. Así que empezó a dar vueltas y a darse golpes contra las paredes. “Ay!! no sabía que la pared estaba ahí“, decía Caspy sin parar de hacer gracias.
Claudia empezó a reírse sin parar, y el miedo empezó a desaparecer. “Ja ja ja, cuidado con la pared que te volverás a chocar“, decía Claudia. “Entonces, ¿no eres un fantasma malo que va a por las personas que se acercan a la casa encantada?“, le preguntó Claudia al fantasma.
“Qué va, yo soy un fantasma bueno, y soy el encargado de cuidar de la casa“, le respondió Caspy.
“¿Y por qué dice la gente que los fantasmas sois malos?“, preguntó Claudia muy intrigada.
“Pues porque la gente piensa que todos los fantasmas somo iguales, pero hay de todo, buenos, malos, altos, bajos…“, respondió Caspy.
De repente, el reloj de salón de la casa encantada dio las campanadas.
“Tengo que irme fantasma, voy a llegar tarde al colegio, ¿puedo venir otro día a verte?“, preguntó Claudia.
“Claro que sí, pero no le cuentes a nadie que me has visto, es un secreto entre tú y yo, ¿vale?“, le respondió Caspy el fantasma.
Así fue, como Claudia comprobó que la historia de terror que había sobre la casa encantada era falsa, y que no hay que creer ciertas cosas, sin tener pruebas de que sea cierto.
FIN